Las dietas desintoxicantes son la revolución dentro de la nutrición y la dietética. Consisten en un plan que va, de las 24 horas a los 7 días de duración, en la que consumes muy poco alimento y mucho líquido y, cuya finalidad es limpiarte por dentro para verte bien por fuera.
Durante la duración de la misma no se consume nada de proteínas por lo que no pueden prolongarse mucho en el tiempo. Conviene realizarla los días en los que la previsión de esfuerzo sea baja, como por ejemplo un sábado o un domingo.
La finalidad de las mismas no es perder peso aunque, evidentemente, se nota un descenso del mismo, sino depurar todo el sistema digestivo de sustancias nocivas que tomamos con la comida. Conviene hacerla después de épocas de grandes excesos.
También se utiliza cuando se decide comenzar una dieta equilibrada para perder peso y ganar en salud pero, previamente, se pretende desintoxicar el organismo para que ésta resulte más efectiva y rápida.
Actualmente, son la revolución dentro del mundo de los famosos. Muchas actrices la utilizan antes de una gran gala para recuperar la luminosidad de su piel y sentirse mejor. Conviene, antes de comenzarla, consultar con un médico o especialista ya que no están indicadas para gente con problemas de salud.
Hay dos tipos de dietas: las que duran solamente un día y las que puedes prolongar un poco más en el tiempo.
Dietas de un día
Se realizan a lo largo de 24 horas y en ellas prima el consumo de líquidos y frutas. Si deseas alargar esta dieta un día más, lo único que hay que hacer es introducir un yogur desnatado o un poco de jamón en alguna de las comidas.
Para que sea eficaz, debes optar por alimentos ricos en vitamina C, como lo son las naranjas o lo kiwis y beber mucha cantidad de agua. Además, la menta y las zanahorias ayudarán al intestino a realizar su trabajo y tienen muchas propiedades depurativas.
A continuación puedes ver un ejemplo de una de ellas:
Nada más levantarse hay que tomar dos vasos de agua con limón exprimido.
Para desayunar un zumo con un poco de menta o un café junto con una macedonia.
A la hora de comer se puede tomar un puré acompañado de macedonia (en el caso de que en el desayuno no hayas optado por ello).
Para cenar se tomará una sopa y, de nuevo macedonia. La bebida será zumo de limón junto con pepino triturado.
De tentempié entre horas hay que beber grandes zumos de limón o naranja.
Antes de irse a la cama conviene beber una infusión.
Dietas de varios días
La más conocida es la dieta del ‘sirope de savia’. Ésta consiste en ingerir durante siete días zumo de limón mezclado con este sirope, nada más.
El compuesto proviene de unas palmeras tropicales y aporta al organismo oligoelementos y minerales. Ésta proporciona al cuerpo la posibilidad de aumentar las defensas, liberar depósitos grasos en exceso, producir nuevos anticuerpos…
Durante la duración de la misma es obligatorio el ayuno y, durante la jornada, hay que tomar diez vasos de sirope. Una vez que se finaliza la dieta, se deben tomar sólo vegetales durante los dos primeros días y luego, poco a poco, ir introduciendo otros alimentos siempre dentro de un equilibrio.
La preparación de este compuesto es muy sencilla ya que sólo hay que mezclar agua, zumo de limón, sirope de savia y pimentón picante.
Antes de decidir que clase de dieta desintoxicante se quiere realizar, se debe consultar al médico que recomendará unas pautas a seguir para que resulte del todo efectiva y no sea perjudicial para la salud.
La alimentación y el deporte
No es ningún secreto que una de las claves de la salud está en el deporte. Una buena forma física no sólo contribuye a tener un mejor aspecto, sino que nos ayuda a llevar una vida más saludable y equilibrada. Ya lo decían los antiguos griegos: mens sana in corpore sano. El deporte nos permite mantenernos activos y en forma, además de generar endorfinas, la hormona de la felicidad. Sin embargo, cualquier actividad física debe corresponderse con una alimentación adecuada que permita a nuestro organismo recuperar toda su energía.
Para conseguirlo, debemos proveernos de la suficiente cantidad de hidratos de carbono, proteínas y grasas, que constituyen la 'gasolina' de nuestros motores. Pero tampoco podemos olvidarnos de las vitaminas y los minerales, esenciales para que los 'engranajes' funcionen y esa 'gasolina' se aproveche adecuadamente.
Para hacernos una idea, las necesidades energéticas normales están en torno a las 2.500-3.000 kilocalorías diarias. A esa cifra, habría que añadir un extra en el caso de las personas que hacen deporte regularmente. Por lo general, y siempre dependiendo de la actividad realizada, un deportista necesita 3.500-4.000 kilocalorías. Los trabajos aeróbicos (nadar, correr... aquellos en los que se pone a prueba la resistencia) son los que más energía consumen (hasta 20 kilocalorías por kilo a la hora).
Algunas normas básicas
Antes de ordenar nuestra dieta en virtud del deporte, debemos asegurarnos de que tenemos los hábitos correctos. Pautas imprescindibles que son válidas para todo el mundo (haga ejercicio o no), como tener una alimentación equilibrada con ingestas regulares y horarios fijos, se vuelven especialmente importantes en el caso de atletas y deportistas. A esas directrices generales habría que añadir otras específicas como la continua hidratación, la correcta masticación y respetar tres horas de descanso entre el consumo de alimentos y la actividad física.
Asimismo, dependiendo del tipo de ejercicio son adecuados unos nutrientes u otros. Por ejemplo, el trabajo aeróbico (ejercicios de larga duración y baja intensidad) tira de los lípidos (o grasas, que encontramos en aceites, frutos secos, lácteos, carnes, pescado azul); el anaeróbico (corta duración y gran intensidad) nos pide glúcidos (o carbohidratos: cereales, pasta, patatas, frutas) y la musculación exige proteínas (carnes, huevos, pescado). No obstante, las grasas siempre se deben consumir moderadamente.
Distribución de las comidas
Para la alimentación cotidiana se recomienda hacer cinco ingestas: desayuno, comida y cena, más almuerzo y merienda. Para desayunar, consumiremos entre 800 y 1.000 kilocalorías, principalmente de hidratos de carbono, siempre y cuando la competición sea por la tarde. La comida será ligera (habremos almorzado tres horas antes) e incluirá entre 800 y 1.200 kilocalorías.
Por su parte, la merienda también será liviana, mientras que la cena ha de ser contundente. Por la noche el organismo ha de recuperarse de las sesiones de entrenamiento y ejercicio, por tanto, la cena tendrá entre 1.200 y 1.800 kilocalorías, con una buena provisión de agua y minerales.
El día de la competición
No podemos olvidar que esta jornada tiene ciertas pautas dietéticas especiales. Por ejemplo, es conveniente aligerar los desayunos. Tendremos que disponer de una pequeña proporción de comida (agua, unas pocas galletas o zumos, por ejemplo) por si tuviéramos que esperar un tiempo prolongado antes de comenzar la prueba o el partido.
Durante el trabajo físico, conviene hidratarse y reponer las sales minerales y azúcares perdidos. Para ello, tomaremos bebidas alcalinas, zumos o, en caso de alargarse mucho la competición, una barra de cereales o un plátano. La ingesta de líquido o sólido siempre será en pequeñas dosis y repetidas. No conviene llenar en exceso el estómago de agua, ya que podría ser perjudicial para el rendimiento.
Justo después de la prueba es esencial rehidratarse, evitando al organismo el consumo de calorías por procesos digestivos. Una vez que el cuerpo se ha recuperado, se puede cenar, pero siempre de un modo ligero, haciendo buen acopio de agua, minerales, vitaminas del grupo B e hidratos de absorción simple. Después de unas horas se podrán introducir las proteínas e incrementar el aporte calórico.
Mandamientos del deportista
Una persona que practica ejercicio a diario y que somete a su cuerpo a una actividad física intensa, tiene que corregir ciertos errores que suelen cometerse en la dieta habitual y seguir unas normas a rajatabla que favorezcan su salud y le permitan rendir más en las competiciones. Aquí resumimos algunas recomendaciones imprescindibles:
Es un error abusar de los alimentos dietéticos. Una dieta poco equilibrada debe corregirse desde la base.
Fomentar una alimentación variada, rica en carnes, pescado, huevos, legumbres, verduras, frutas, pan integral, cereales y lácteos.
Evitar el exceso de grasa y colesterol. Cocinar al horno, a la plancha o a la brasa. Optar por carnes magras, pescados y legumbres como fuente de proteínas.
Procurarse gran cantidad de fécula y fibra en las comidas.
No abusar de las proteínas.
Beber alcohol moderadamente.
No abusar del azúcar ni de la sal. Es importante disfrutar del auténtico sabor de los alimentos.
Comer despacio y en pequeñas cantidades. Comer hasta quedar saciado y nunca más de lo que pide el organismo.
Obesidad:La epidemia de los países desarrollados
La obesidad es un exceso de grasa en el cuerpo que, por norma general, provoca un incremento del peso corporal. Cada vez más, esta patología se considera una verdadera enfermedad crónica, muy habitual en los países desarrollados, y que no es fruto del vicio ni de la falta de voluntad para dejar de comer.
Es creciente el número de obesos que se tienen que enfrentar, además, a un importante problema estético, sobre todo, en la actual sociedad en la que la delgadez es uno de los valores físicos más apreciados. A todo esto hay que añadir que la obesidad es una patología que origina numerosos costes, unos derivados de los tratamientos de enfermedades desencadenadas por ella, y otros procedentes de la incapacidad laboral.
Una enfermedad metabólica
La obesidad es considerada la enfermedad metabólica con mayor presencia en el mundo occidental y es un verdadero problema de salud pública, ya que reduce considerablemente la cantidad y calidad de vida. En muchos casos, esta enfermedad se asocia a trastornos crónicos como la diabetes, la hipertensión o las enfermedades cardiovasculares. Aunque esta patología suele provocar un aumento considerable del peso corporal, no siempre es así.
Algunas estadísticas señalan que esta enfermedad es sufrida por el 45% de los hombres y el 38% de las mujeres y se prevé un aumento en los próximos años. Asimismo, se ha podido observar como en los últimos años el número de obesos se ha ampliado, siendo destacable el incremento de la enfermedad en los niños. Esto puede tener su explicación en el cambio de los hábitos de alimentación, ya que se consumen muchas más grasas, y en la realización de muy poco ejercicio físico.
Factores que la provocan
Hay muchas causas de la obesidad, de las cuales dos son las más frecuentes. La primera de ellas es ingerir más calorías de las que el cuerpo quema, mientras que una segunda causa hace referencia a la ejecución de menor ejercicio físico del que el cuerpo necesita. Y es que cuando se ingieren calorías y no se queman, éstas se acumulan en forma de grasa en el cuerpo y dan lugar a ciertas complicaciones, como puede ser la hipertensión arterial, la diabetes y algunas enfermedades coronarias.
Además, cabe señalar que el factor genético tiene mucho que ver con la obesidad, por lo que los hijos de enfermos sufren un riesgo diez veces mayor de padecerla. Por último, hay que destacar que existe una serie de obesos que los son debido a enfermedades hormonales, lo cual se puede erradicar mediante un tratamiento especial.
El tratamiento más eficaz
Antes de intentar acabar la obesidad directamente, es necesario tratar las patologías que se hayan desarrollado a partir de ésta, si es que las hay. Seguidamente, el tratamiento consiste en una regulación de la dieta, buscando el equilibrio entre los distintos tipos de alimentos y evitando el exceso de grasas.
Es conveniente acompañar esta dieta de la actividad física necesaria y hay que adecuar ambas, de manera que en una persona muy activa, la dieta no debe ser muy estricta. Por último, es necesario que una vez alcanzado el peso ideal, el paciente no se descuide y se intente mantener.
Fuente salud.facilisimo.com
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